Iba apurado. Eso que dicen que los santiagueños suelen andar tranquilamente por la vida. La prisa tenia su importancia, lo esperaba el Censor. Pesaba una acusación sobre “afirmaciones problemáticas” que causaban “perplejidad” en los oyentes que concurrían a sus cursos de divulgación.
Llego en hora. Lo recibió una señora mayor, que haces las veces de secretaria, cuando el Censor da citas fuera de agenda. Lo acompaño al vestíbulo, no era la primera vez que era citado, le indico el lugar donde esperar, lo tomo tiernamente de la mano, y acercándose al oído le susurro...
-Yo le creo.- y desapareció detrás de un cortinado púrpura.
El tipo agradeció con un ademán, inclinando la cabeza. Las palabras de la anciana eran la primera gratificación que recibiría en el día. Luego el trago amargo.
Se abre una pesada puerta de madera, con un gesto típico de autoridad, el Censor lo invita a pasar a su oficina.
Un saludo formal, frío, distante. Lo invita a sentarse.
-Voy a ser breve. Usted sabe perfectamente porque esta aquí- Tomo un sobre que tenia sobre el escritorio y se lo entrego. - Léalo.- le ordenó.
El tipo tomó el sobre, vio el escudo y supuso lo peor, lo dio vuelta rompió el lacre. Saco despaciosamente la hoja doblada. La abrió, vio la firma y el sello al pie y se dio cuenta que era una condena. Alcanzo a leer: “Por órdenes superiores, desde ahora usted no podrá dar clases, cursos, conferencias, hacer nuevas publicaciones, participar en medios de comunicación social incluyendo Internet....
- Pero esto es una barbaridad!!!!! Exclamó. Lo miro al Censor que lo observaba impertérrito, - Esta prohibición es inaceptable y no pienso cumplirla- exclamo.
Sintió que la sangre le hervía en la cara. Se levanto de la silla y enfilo hacia la salida. Sabia perfectamente que si traspasaba el umbral de la puerta no habría marcha atrás. Sólo, se dirigió hacia la salida. Una vez en la calle, camino unos pasos y sintió que no tenia mas fuerzas, se sentó en el umbral de una casa, mientras el tibio sol santiagueño le pegaba en la cara. Recién amanecía y ya se empezaba a escuchar las voces y las risas de los changos que en bandada se acercaban al colegio. Pasaron delante de él. Los miro como quien ve la esperanza, el futuro. Uno de los changos lo reconoció y le grito:
- Paaaaadreeeee!! Nos vemos a la tarde en la capilla.
Acababa de recibir su segunda y definitiva gratificación.
Este relato es ficción.
“Desde hace casi dos años, mi obispo me prohíbe enseñar, escribir, dar conferencias. Intenté hacerlo entrar en razón pero no ha querido ceder. Entonces, como no quiero desobedecer a la Iglesia , para poder enseñar la Biblia libremente, renuncio”, explicó Alvarez Valdés. El teólogo, residente en Santiago del Estero, es licenciado summa cum laude en la Facultad Bíblica Franciscana de Jerusalén, y doctor en Teología bíblica en la Universidad Pontificia de Salamanca. Es miembro de varias asociaciones internacionales, incluida la Sociedad Argentina de Teología, y autor de diversos libros en la especialidad.
El 4 de agosto de 2008, el obispo de Santiago del Estero, Francisco Polti, le había prohibido al sacerdote “dar clase de disciplinas teológicas, incluyendo cursos cortos y conferencias”, “participar en medios de comunicación social incluyendo Internet” y “hacer nuevas publicaciones o disponer la reedición de publicaciones anteriores”. El padre venía enseñando en la Universidad Católica local y en el Seminario de la diócesis.
“Para poder enseñar la Biblia libremente, renuncio a la Iglesia Católica ”, resumió.
El ahora ex sacerdote, teólogo de prestigio internacional, venía protagonizando una controversia con el Vaticano y particularmente con el obispo de Santiago del Estero, Francisco Polti.
El teólogo precisó algunas de sus formulaciones sobre la Biblia : explicó por qué la virginidad de María debe entenderse “no necesariamente como un hecho físico, sino como la fidelidad al marido”; por qué “las apariciones de la Virgen no se producen en el mundo exterior sino en la retina de quien tiene la visión”, y por qué “Jesús nos hubiera salvado aunque no hubiera muerto en la cruz, sino viejito en su cama: nos salva a través del amor, y no del dolor”.
Pensar que la Jerarquía de la Iglesia se presenta con documentos y admoniciones para invitar al dialogo a los poderes civiles del Estado y ellos ni siquiera son capaces de aceptar la libertad de interpretar los textos bíblicos por fuera de sus canones. O lo que es peor según el cura Ariel “La inmensa mayoría de los teólogos sostienen lo que acabo de decir. De hecho el Vaticano me envió una carta donde reconocía que mi posición era correcta pero cuestionaban el hecho de divulgarla al gran público, en vez de circunscribirla a libros técnicos de difícil acceso.” Doble discurso que le dicen.
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