miércoles, 16 de diciembre de 2009

El peronismo desde el arte

Parodi
Daniel Santoro
Artista plástico.
Reconstruye en sus obras las connotaciones simbólicas de la mitología generada por el peronismo. Nacido en Buenos Aires en 1954, Santoro estudió en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y en el taller de Osvaldo Attila. Realizador escenógrafo en el Teatro Colón entre 1980 y 1991, ha expuesto sus obras en diversos museos y galerías de arte. En 2003 la Asociacion Internacional Críticos de Arte (AICA) le entregó el premio al mejor libro de arte por su Manual del niño peronista. En 1996 ganó el Primer Premio Dirección de Museo Fundación Banco Ciudad.

En la serie “Victoria cautiva, o el malón justicialista” tomo como punto de partida el cuadro “La vuelta al malón” (1892), del pintor Ángel Della Valle. Allí, habla de la eliminación del indio por parte de Julio Argentino Roca en la Campaña del Desierto. Es un cuadro de propaganda, donde exculpa a Roca diciendo que los indios se comportaban de forma salvaje y por eso era necesario eliminarlos. Era inconveniente que convivamos con ellos, porque se habían convertido en un peligro.

Lo que relata la pintura, con los indios corriendo hacia la oscuridad de la pampa, llevándose a una cautiva blanca, después de haber saqueado una iglesia y algunas viviendas, está presente en un territorio que hoy sería el conurbano bonaerense. Entonces la inseguridad aparece como un tema previo a nuestro presente.
Esos indios a caballo pueden ser entendidos como centauros, son seres paradójicos, porque reúnen lo animal y lo humano. Ese centauro que aparece en mis obras representa una visión del negro peronista, al que no se le quiere dar toda la humanidad y se lo nomina como un “aluvión zoológico”.
En mis pinturas, Victoria Ocampo es arrancada de su palacete modernista y es llevada hacia la oscuridad de la pampa. Ella se resiste porque le tira de las crines al centauro y provoca una escena que lleva al extremo esa situación binaria. Victoria intenta ser todo lo civilizado que se puede ser en ese momento, es un mensaje de la Europa más culta, pero está implantada en la pampa bárbara, a merced de esos malones que están pasando permanentemente y que le están recordando que no todo es cultura como ella pretende, que también están estos salvajes acechando.

Pero hoy, de pronto, se produce la paradoja de que el propio peronismo produce un gran movimiento cultural, se plantea con un aporte fundamental a nuestra identidad, como algo indisoluble con lo que podríamos llamar la construcción de nuestra cultural nacional.
Hay una literatura neoperonista, matancera, como la de Juan Diego Incardona en El campito. Y está lo que hace Diego Capusotto en la televisión y lo que hacen Ricardo Bartis o Alejandro Tantanián en el teatro. También hay una fascinación de los jóvenes por el peronismo, que se ve en la multiplicación de blog sobre el tema.
Y esa una fascinación no proviene de la militancia política, sino que viene desde cierta visión de la cultura. Es decir el peronismo funciona como un gran relato histórico, que es político, ideológico, mitológico, tiene su propia épica y sus iconos. Genera un gran magnetismo y es muy difícil despegarse de él, porque conjuga las visiones controversiales de todo relato histórico, y acumula cualquier tipo de denostación o de exaltación. Se transforma en algo indescifrable, imposible de definir.
Los pibes con sus blogs ven que es más provocador, más irritante, cantar “La marcha peronista” que “La Internacional”. El peronismo trae la negrada, enrostra barro por nuestra blanca, nos recuerda que no somos un país europeo sino que tenemos una identidad mestiza y latinoamericana.
Entonces, en estos chicos hay una capacidad de apropiación que antes no se vivía en la cultura argentina, porque la cultura del poder, de la elite, lo que hace es no apropiarse de eso, negarle la existencia. Tiene un afán de limpieza, de no contaminación. Y las inscripciones fruto de las apropiaciones son vistas como barrocas, como kitsch.
Y la gran novedad de estos pibes es que se apropiaron del peronismo. Entonces, las preguntas que se plantean son: ¿Nos vamos a aceptar como un país latinoamericano de forma definitiva, con componentes que no son de origen europeo? ¿Nos vamos a asumir como un país mestizo?


Sitio Oficial de Daniel Santoro

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